Por Manuel J. Moreno
«No pienses, mira.»
L. Wittgenstein
A modo de recapitulación de la dinámica grupal que hemos desarrollado a lo largo de los meses de enero, febrero y marzo de 2021, voy a referirme ahora a tres aspectos desde los que plantearnos una adecuada comprensión de lo que la práctica meditativa supone desde una perspectiva psicológica.
El primero tiene que ver con una formulación básica de lo que es o significa meditar, al menos hasta donde las palabras nos permiten o autorizan a orientarnos. El segundo alude al motivo o motivos por los que la meditación puede ser entendida como una práctica beneficiosa para el equilibrio psicofísico —psíquico y físico—. Y finalmente, el tercer aspecto, se centra en cómo prácticarla, qué criterios básicos convendría tener en cuenta para su ejercicio.
Al denominar nuestra dinámica grupal de estos meses «MEDÍTATE», he querido dejar constancia en todo momento de que somos nosotros mismos —nuestra interioridad— el objeto de nuestra meditación. Dicho de otra manera, nuestra propia interioridad se convierte en el escenario abierto hacia el que el meditante se muestra esmeradamente receptivo, contemplativo.
Por lo tanto, si entendemos el significante «medítate» como imperativo, estaríamos señalando una ruta y un propósito hacia un significativo incremento de la probabilidad de apercibirse a sí mismo como totalidad. Se podría igualmente decir: adviértete, date cuenta on-time de ti mismo, reúnete contigo mismo…
Todo ello nos lleva ahora hacia un interrogante esencial, ¿qué o quién es este uno mismo al que nos estamos refiriendo? Y aquí se terminan, o deberían terminarse las palabras. Lo que me abarca y constituye se refiere a una totalidad anímica consciente-inconsciente. Soy mi consciencia y mi inconsciencia a un tiempo, por lo que no puedo en ningún momento delimitarme a mi mismo.
Al dedicar un tiempo a la quietud y el mirar meditativo, dirijo mi interés y atención esmerada a ese espacio no-perceptivo que solemos denominar interior. Me mantengo conectado con él de una manera unitaria y natural, integrativa, física y psíquicamente.
Explorando una síntesis de criterios desde donde entender mejor la tópica meditativa: qué, porqué y cómo, podríamos atenernos a los siguientes nueve criterios:
- Meditar supone asumir una postura —física y actitudinal— de apertura plena al espacio interior, a la propia interioridad. Desde dicha postura adoptamos una mirada silenciosa, intuitiva, esmerada, ecuánime, auto-distanciada…, de todo pensamiento o discurso mental.
- Meditar hace referencia al cultivo de la relación con un centro —atemporal y aespacial—, cuyo núcleo está en todas partes —en cualquier punto de nuestra corporalidad o de nuestra interioridad—, y su circunferencia —por indelimitable—, en ninguna.
- El estado meditativo supone encarar la eternidad-fugacidad de cada instante —ese aquí-ahora que nunca se deja atrapar—, y trasciende toda forma de juicio, opinión, análisis, ideación, propósito o pretensión de control.
- Hemos sido —y seguimos siendo— modelados por un entorno social y cultural cuyo balance es deficitario en relación al conocimiento y cultivo de la vida interior o simbólica. Dicho balance deficitario constituye una severa carencia y conlleva desequilibrios.
- Conocerse —de verdad— es el medio indicado para disponer de los innumerables recursos con los que contamos —a menudo sin saberlo— y afrontar las dificultades/ encrucijadas que la vida, más tarde o más temprano, nos presenta. El auto-conocimiento nada tiene que ver por cierto con pensar o especular sobre uno mismo, ni con creencias o teorías de clase alguna. Se trata de experiencias relacionales directas o inmediatas con la propia interioridad.
- Vivenciarse a sí mismo —el verdadero self—, requiere tomar la debida distancia y perspectiva de todos aquellos condicionamientos y factores que subjetivizan prejuiciando nuestra naturaleza verdadera u original.
- Atenerse a ciertas posturas físicas y a determinadas consideraciones —pautas— sobre la respiración, facilita las prácticas meditativas y la profundidad de las mismas. En el campo anímico, meditar supone una renuncia firme y decidida a explorar el mundo de lo esencial a través del pensamiento, dando paso y prioridad a la mirada intuitiva del sí-mismo, silenciosa y carente de pretensiones.
- Abandonarse al silencio y la quietud meditativa significa asimismo desplazar los afanes del control intencional hacia un control natural o autorregulación, lo que representa también apostar por confiar en la propia naturaleza profunda.
- Cultivar de manera seria y responsable una relación estrecha, respetuosa, abierta y ecuánime con tu propia interioridad, de manera asidua en su modalidad estática —meditación propiamente dicha— y continua en su forma dinámica —en cualquier circunstancia o situación—, te llevará a una inteligencia ampliada y edificante de cuanto trasciende el estrecho marco de tu subjetividad.