“NO TINC POR” (no tengo miedo)

¿Hace justicia a la verdad este lema o eslogan, elegido para la marcha del sábado 26 de agosto en Barcelona, a la ´verdad colectiva´ que sentimos ante la barbarie terrorista de corte yihadista?

«No se vuelve uno claro por imaginarse la claridad, sino, por el contrario, tomando conciencia de lo oscuro. Pero esto es desagradable y en consecuencia no es popular.»

Carl Gustav JUNG

Patricia se encontró un buen día con su querido hámster muerto. El impacto emocional que tan aversivo estímulo causó en ella desencadenó una violenta excitación amigdalar, que al grito histriónico y desesperado de: “no, no, no está muerto…”, la mantuvo alterada durante un buen rato, el suficiente para que su cerebro (la vida funcional del mismo, esto es: «su mente»), desplegase los correspondientes e instintivos mecanismos de habituación destinados a readaptar su sistema nervioso, convulso y excitado por la inquietante circunstancia descrita.

Se trata en efecto de una reacción habitual, por todos conocida, y que los psicólogos consideramos como “reacción o mecanismo de defensa”, tradicionalmente conocido como “NEGACIÓN”. La insoportable tensión nerviosa (psicofísica) que un choque emocional (shock) supone, es provisionalmente contrarrestada y parcialmente rebajada, mediante una respuesta inconsciente de negación, que reajusta los sistemas psicofísicos, evitando la quiebra y disregulación de los mismos.

Como se advierte en el transcurso de cualquier proceso psicoterapéutico, muchas de estas negaciones se quedan con nosotros en forma de inhibiciones y temores, imposibilitando el afrontamiento y la consiguiente asimilación de verdades asociadas a la crudeza de las vivencias que motivaron tales reacciones compensatorias. Ya el genio de Freud apuntó en su día a que ciertas realidades marginadas de nuestra consciencia a causa de la incertidumbre, dolor o temor que suscitan, pueden reaparecer en la misma, en modo de negación. Obviamente, ésta no hace justicia a la verdad de fondo, pero al menos hace tolerable el asunto a nuestra consciencia, aunque sea de forma parcial y provisional.

Lo cierto es que el lema bajo el que se inspira la marcha del sábado 26 de agosto en Barcelona, “no tinc por” (no tengo miedo), objeto de estas reflexiones, está inspirada en la reacción espontánea en forma de cántico, que se coreó el viernes de la pasada semana, y que se ha ido afirmando colectivamente y convirtiendo en el lema o eslogan de la manifestación.

Todos TENEMOS MIEDO. Esta es la simple y adaptativa VERDAD natural. Miedo de lo inesperado, de lo irracional, de la incertidumbre en cuyo seno se gesta el horror. Miedo de la oscura instintividad destructiva que presentimos a la sombra de nuestros pensamientos y de nuestros actos, realidades sombrías que alcanzan su plena realización en los actos criminales, espontáneos o premeditados, como aquellos que con total justificación se califican de terroristas.

El lema “no tinc por” (no tengo miedo), es en mi opinión una ingenua aunque psicológicamente eficiente reacción compensatoria colectiva, una inconsciente declaración de defensa frente a la verdad de lo que está ocurriendo en occidente (y en otros lugares, desde luego), una negación reactiva ante el horror y la impotencia que procede de la locura delirante en la que puede ser sumida una mente humana, acaso vital y juvenil, mediante la sugestión persuasiva, un fenómeno bien conocido y contemplado desde el campo de la hipnosis clínica, o en el denominado ´lavado de cerebro´.

Y esto es lo que nos aterra, lo que activa la emoción del miedo, la inseguridad e incertidumbre de nuestra frágil condición humana, de las oscuridades que aún se esconden y habitan tras los laberintos de nuestras “tripas”.

“Tenemos miedo”, esta es la verdad natural que conviene encarar y asumir, aunque sin acobardarnos o retroceder ante quienes entienden la vida en términos de chantaje, estrechez de miras o intimidación.

Y algo más a tener en cuenta, de suma importancia: no estamos solos en nuestro miedo, “ellos” (los asesinos y criminales, los que ejecutan y los que los alientan) tienen tanto miedo, o más, que nosotros: miedo a la razón, a la cordura, a la verdad, al progreso…, miedo a la vida; miedo a la inseguridad que palpita en sus propias afirmaciones y creencias, esas fórmulas estrechas, neuróticas y pueriles, que necesitan imponer apelando a la crueldad y la violencia más extrema.

Por ello, el lema de esta marcha, debería ser este otro: “tenemos miedo (de vuestra locura), pero no tanto como vosotros (de nuestra razón)”.

Manuel J. Moreno

Psicólogo y Psicoterapeuta

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[[[Algunas aclaraciones, sobre todo destinadas a algunas mentalidades «anti-sistema»:]]]

La dicotomía didáctica planteada en mi artículo: <<“ellos” ― nosotros>>, se refiere exclusivamente a quienes toman la vía del crimen despiadado como medio o método para solventar sus tensiones y malestares existenciales, relativos a creencias, emociones, expectativas, condiciones de vida, experiencias…

Puntualmente, mis reflexiones se refieren a las crueldades con que se desempeñan los llamados yihadistas, y en particular, a colación de la marcha del sábado y del eslogan propuesto para la misma. Pero desde luego que podrían hacerse extensivas a otros muchos activistas y actores de crímenes contra la vida inocente, sean estos individuales, de grupo, acciones de Estado, mafiosos, narcotraficantes, maltratadores domésticos…, o cualquier otro plantel de desalmados que se conduzca en dichos términos.

Y sí, estoy convencido de que el resorte último de estas acciones reside en el miedo. Miedo “a no ser nadie”, a sentirse excluido en un mundo cada día más diseñado para el hedonismo a golpe de tarjetas de crédito…, en una necesidad imperiosa, pero torcida, de dotar de sentido y a mayores, sus vidas. Algo que intoxicadores resentidos aprovechan: imanes, líderes religiosos o políticos…, sujetos malvertidos por sentimientos de odio y animadversión hacia la vida sencilla, libre y natural.

Y una última aclaración: el lema retórico y alternativo “propuesto”, <<tenemos miedo (de vuestra locura) pero no tanto como vosotros (de nuestra razón)>>, no pretende establecer dos bandos o diferenciar seres humanos por su país, raza, religión, ideología, sexo, familia…, sino diferenciar actitudes básicas frente a la vida: el desprecio, la intimidación y la saña indiscriminada, frente a la actitud consecuente de respeto y consideración por la vida ajena, por cualquier tipo de vida ajena, por supuesto.

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Algo más:

El miedo es una de las emociones básicas fundamentales en el desarrollo evolutivo de nuestra especie (filogénesis). Un mecanismo auto-regulativo de comprobada eficacia que compartimos con los animales a diferentes escalas, en el entorno de convivencia que nos es común, nuestro hábitat planetario. El miedo está neurofisiológicamente modulado por dispositivos subcorticales, entre los que tiene una función prevalente la amígdala. Sus inputs y outputs, modelan nuestras preferencias y estilos de vida protegiéndonos de conductas temerarias que pondrían en serio peligro la continuidad de la vida (individual y colectiva).

No tiene ningún sentido por tanto negar la emoción que nos acompaña cuando existe una probabilidad pequeña pero cierta, de ser arrebatados de nuestra prudencia y tranquilidad, por acciones criminales indiscriminadas. El valor consiste en actuar o permanecer, a pesar del miedo constelado (activado), no en negar la presencia del mismo, lo que no deja de constituir una cierta impostura.