Quien haya observado el modo de firmar de sus amigos o conocidos, jefes, empleados, representantes políticos…, se habrá percatado de un hecho psicológico singular: las dimensiones, desproporciones, estilos y formas (entre otras variables) de este tradicional garabato identitario, guardan una estrecha y sorprendente relación con la personalidad y actitudes del sujeto que firma.

En el acto de firmar nos representamos simbólicamente. Paralelamente a la comunicación escritural en sí, escenificamos proyectivamente el sentimiento auto-estimativo y el talante de actitud con el que nos desenvolvemos social y culturalmente.

El pasado jueves pudimos ver estampada la firma del mandatario estadounidense Donald Trump en un documento alusivo al traslado de la embajada de los EEUU a Jerusalén. La impronta de dicha firma es grafológicamente elocuente: sobredimensionada, agudamente angulosa y alta en zona media (sobrealzada), de hampas sobreelevadas y trazado flojo (déficit de tensión o firmeza), verticalidad de los ejes axiales de las letras…

La lectura o reflexión grafológica de dichos rasgos es clara: estamos frente a la proyección grafoescritural de un sujeto altivo, de modos agresivos y prepotentes, frío, duro, rígido…, afectado de inflación psicológica (alguien caracterizado por sentimientos de hallarse por encima del bien y del mal).

El dato grafológico dominante de esta firma está en el sobrealzamiento de una zona media radicalmente angulosa, característica de una personalidad excesiva, egocéntrica, inflexible. El talante relacional se basa en la disposición dominante, desconfiada, extrema.

La sobreocupación espacial que apreciamos en el folio firmado testimonia ambición y pretenciosidad. La página en blanco sobre la que tiene lugar la conducta escritural representa simbólicamente lo espacio-temporal del mundo, la circunstancia vital, el entramado social y personal en el que nos desplegarnos según nuestras peculiares disposiciones personales.

Los parámetros grafonómicos de la firma de Trump evidencian una carga de subjetividad excesiva, adoleciendo de falta de flexibilidad y moderación. El carácter mesiánico y fundamentalista que refleja y denota esta firma es sospechosamente similar a la de otros sujetos de probada y reconocida amoralidad: Heinrich Himmler, Benito Mussolini o Nicolás Maduro, entre otros.

Manuel J. Moreno

Psicólogo

recorte prensa