“Nada es dentro, nada es fuera, pues lo de dentro es lo de fuera.”  —Goethe

“El fenómeno psíquico del espíritu indica sin más que es de naturaleza arquetípica es decir, que el fenómeno llamado espíritu se basa en la existencia de una imagen primigenia autónoma, que existe en la constitución de la psique humana, universalmente y con anterioridad a la consciencia.”  —C.G. Jung

“Espíritu y materia son seguramente formas de un ser, en sí, trascendental.”  —C.G. Jung

¿El Pa-pa es una clase de cuervo? Está posado en un viejo pino que simboliza la fuerza inflexible. Parece estar mirando algo debajo. La vida del universo palpita a través de él, mientras reina la quietud en la naturaleza circundante. Aquí se afirma verdaderamente el antiguo espíritu de soledad. Esto ocurre cuando Dios todavía no dio su fiat a la oscuridad de la tierra innacida. Entender el accionar del espíritu en esto, ¿no es el fin de la disciplina Zen?  —Mu-Ch´i

—citado por Daisetz Teitaro Suzuki—

“El germen profundo de todos los seres, ése soy yo”  —Palabras de Krisna a Arjuna —Bhavavad Gita. Traducción de Juan Arnau—

 

Es mi propósito aquí el de ofrecer algunas reflexiones en relación a un término antropológico fundamental: el de espíritu.

Es común escuchar el calificativo de espiritual ante un sinfín de cuestiones que así nos lo parecen, sin saber discernir a menudo la frontera lingüística en relación a lo propio e impropio de dicha denominación.

Para algunas personas espiritualidad vendría a ser una denominación alternativa a los formatos religiosos tradicionales, una especie de destilación esencialista de los siglos de religiosidad que nos preceden. En este punto parecen confundirse con demasiada frecuencia, religión y confesiones religiosas.

Entre los grandes filósofos y pensadores occidentales, fue Hegel quien abordó con todo el rigor exigible la fenomenología del espíritu. Lo hizo de una forma tan exhaustiva como difícil de entender.

En el ámbito de la psicología profunda, Jung se ocupó del espíritu y de los múltiples significados asignados a este término —entre otros, en  su «Simbología del espíritu»—. En este trabajo, Jung comienza por ocuparse de la palabra espíritu declarando que el término abarca un espectro de significados y aplicaciones “…tan grande, que cuesta un cierto trabajo recordar todo lo que quiere decir.”

La primera y más universal asociación que acude a la mente frente al significante espíritu —dice Jung— es el de un principio contrapuesto a la materia, una “…existencia inmaterial que al nivel más alto y universal recibe el nombre de ‘Dios’.” También apela Jung a las representaciones que conciben el espíritu como una sustancia inmaterial “…portadora del fenómeno psíquico, o incluso de la vida”.

Enrique Galán señala que espíritu, y en consecuencia, todo cuanto resulta calificable de espiritual, apunta hacia el “…lugar del sentido”. También de todo cuanto está ligado a la objetividad y al pensamiento consciente. Aquí, mente —en tanto que dinámica consciente— y espíritu, serían equivalentes. Es el espíritu en tanto que nous: el alma o principio racional.

Como el inconsciente junguiano es fuente fundamental de significado, no podemos olvidar que sus profundidades albergan también un espíritu. Ese espíritu o consciencia, permite percatarse del sentido en las cosas. Aniela Jaffé señala que “…la experiencia del sentido depende de la consciencia de una realidad trascendental o espiritual que complementa la realidad empírica de la vida y junto a ella conforma una totalidad”, citando al propio Jung, quien manifiesta su sentimiento y convicción de que “la psique es parte del misterio más íntimo de la vida”.

Juan Arnau argumenta en su preludio a la Bhagavad Gita —por él mismo traducida—, que “…la experiencia consciente, en el hombre o en cualquier otro ser, es algo que ocurre «en» el origen, un origen sin comienzo.”

Para Teillard de Chardin el espíritu es el núcleo de la materia, mientras que en Spinoza la propia materia es el espíritu absoluto, lo Uno. Para Hegel, el espíritu organiza el universo a través del alma del mundo. El espíritu absoluto estaría vinculado a la constitución de lo humano y se reflejaría en el arte, la filosofía, la ciencia y la religión. Aristóteles, por su parte, atribuyó también un carácter divino al espíritu. En el hilozoísmo, el espíritu es una cualidad de la materia.

En la tradición india del samkya y en los upanishads, el espíritu universal es Brahman, Prajnana, la inteligencia del espíritu universal, lo absoluto. La palabra sánscrita purusa, dice Juan Arnau “…apunta al mito de la persona primordial recogido en el Purusasukta, perteneciente al Rigveda.” También que “Krisna se define a sí mismo, de un modo casi aristotélico, como el aliento eterno de todo lo viviente (jivabhuta)”.

Los griegos, especialmente los estoicos, hablan del pneuma universal, ese principio rector, soplo o respiración que pulsa en lo viviente (pneuma significa soplo, aire en movimiento).

Jung tampoco elude citar entre los significados históricos más habituales de la palabra espíritu, la condición de “…esencia sutil, volátil, activa y vivificante”, ese spiritus de los alquimistas aplicable al espíritu del vino, del amoniaco o del formol, entre otros.

Y ya desde un punto de vista más estrictamente psicológico, Jung describe la palabra espíritu (Geist en alemán) como “…un complejo funcional, que originariamente, a un nivel primitivo, fue percibido como una presencia invisible, como un hálito.”

Después de citar a William James y de celebrar la claridad con la que este autor expone “…ese fenómeno primigenio” en su obra «Las variedades de la experiencia religiosa», Jung alude a que “…cuando en un individuo ocurre algo psíquico que él considera parte suya, eso es su propio espíritu. Pero si le ocurre algo psíquico que le parece ajeno, es otro espíritu que tal vez intenta poseerlo. En el primer caso el espíritu corresponde a la actitud subjetiva, en el segundo, a la opinión pública, al espíritu del siglo o a la disposición originaria, aún no humana, antropoide, que también recibe el nombre de «lo inconsciente».

Volviendo de nuevo a la cuestión etimológica que relaciona el espíritu con el viento, dice Jung que “…éste es siempre el ser activo, alado y móvil, y también vivificador, estimulante, excitante, enardecedor, inspirador” y que “…el espíritu expresado en términos modernos es lo dinámico, y por eso constituye el polo opuesto a la materia, a su estatismo, a su inercia y ausencia de vida. Es, en último término, la oposición entre la vida y la muerte.” Pero que “…el desarrollo posterior de esta oposición lleva a la, en el fondo, curiosa contraposición de espíritu y naturaleza. Si el espíritu es lo esencialmente vivo y vivificador, no se puede sentir la naturaleza como no-espiritual o como muerta.”

Jung alude a la “…experiencia de que la presencia invisible del espíritu es un fenómeno psíquico, es decir, el propio espíritu, y de que éste no sólo consta de oleadas de vida sino de contenidos formales.”

Es común —dice Jung— la opinión de que “…el espíritu y el alma son en esencia lo mismo y por eso solo se pueden separar de manera arbitraria.” También señala que para otros, “…el espíritu queda limitado a ciertas facultades o funciones o propiedades psíquicas, como el intelecto o la razón. (…) el espíritu significa —para estos otros autores, dice Jung— la totalidad de los fenómenos del pensar racional, o del intelecto, incluida también la voluntad, la memoria, la imaginación, la creatividad y las aspiraciones condicionadas por motivos ideales”, rechazando explícitamente la formulación de Klages, cuando entiende el “espíritu como enemigo del alma”.

Jung cree que en Klages la primigenia concepción del espíritu como algo espontaneo, se trasladó a “…su sinónimo orginario, el alma, ese ser sutilísimo, irisado, especie de mariposa (anima).”

Así, concluye Jung, “…el espíritu ha perdido en proporciones elevadísimas su esencia originaria, su autonomía y espontaneidad, con la única excepción del terreno religioso, donde, al menos en principio, ha mantenido su carácter originario.”

Es aquí donde la indagación intuitiva que la meditación propone, adquiere un potencial de primer orden, si tenemos en cuenta que la tarea meditativa fundamental consiste en un vaciamiento de la consciencia yóica, en un descondicionamiento de facto, el cual deja vía libre a la conexión natural y preexistente entre la propia consciencia y su fuente: el espíritu o sí-mismo, la propia totalidad, el Ser.

A este respecto, Jung no se anda por las ramas y declara que “…el descenso del espíritu a la esfera de la consciencia humana viene expresado en el mito del nous que cae prisionero de la physis”. Es por ello que nuestro autor cree que es trabajo “…de las ideologías conservadoras o religiones”, “…insistir una y otra vez en el origen y el carácter originario del espíritu para que el hombre no olvide lo que él está introduciendo en su esfera y con qué está dando un contenido a su consciencia. Pues él no ha creado el espíritu, sino que el espíritu lo capacita a él para crear, dándole el impulso y la idea feliz, la constancia, el entusiasmo y la inspiración. Pero ese espíritu penetra en el ser humano de tal manera que el hombre siente la fuerte tentación de creer que él es su creador y que él lo tiene.”

Jung pone en valor algo fundamental y muy a tener en cuenta, algo que se hace cada vez más patente: el olvido de que “…el creciente desarrollo de nuestras relaciones con la naturaleza debería ser paralelo a un desarrollo semejante de la relación con el espíritu, para que se establezca el necesario equilibrio”.

Manuel J. Moreno

Psicólogo / psicoterapeuta

 

(Continua en Parte II)