Por Manuel J. Moreno
PSICÓLOGO
“Los sesgos o falacias de razonamiento se refieren a unas tendencias que son sistemáticas y que hacen que los sujetos consideren factores irrelevantes para el proceso inferencial.”
María José González Labra (2005)
Si hay algo característico de los tiempos difíciles, se contemplen desde lo biológico, psicológico o psicosocial, es la masiva movilización de recursos que se concitan al rescate de un siempre delicado equilibrio vital, a menudo mediante actualizaciones y nuevas síntesis de orientación adaptativa.
El clima psicosocial que se respira en España a raíz de las aspiraciones del nacionalismo independentista catalán, ha provocado una severa crisis sociológica, cuya sintomatología puede observarse en la trepidante actividad opinativa que acontece, minuto a minuto, en las principales redes sociales, donde todo se discute y rebate.
Si se observan y analizan las intervenciones del continuo opinativo que tiene lugar en dichas redes, se podrá apreciar la fuerte carga de subjetividad y sesgado razonamiento que conlleva nuestro modo habitual de pensar, es decir, de procesar la información. Aunque dicha afectación subjetiva constituye un factor humano característico, no por ello deberíamos desdeñar su significado, en aras de una mayor consciencia de cuanto nos define y determina.
La psicología del pensamiento distingue entre el razonamiento deductivo y el inductivo. Nuestra mente se desplaza continuamente de una a otra modalidad. Si las conclusiones comprenden la información dada, las inferencias serán de tipo deductivo y tendrán valor de verdad. Si la solución conlleva información que vaya más allá de lo dado, las inferencias serán de tipo inductivo y las conclusiones se basarán en criterios de probabilidad.
Una de las fuentes de subjetivismo y sesgo en nuestra manera cotidiana de razonar es denominada por Evans, sesgo de confirmación, que junto con los sesgos de selección de información, y de contenido y contexto, es responsable de muchos puntos de vista y opiniones cuyo sostén es incompatible con la lógica, la objetividad y los valores de verdad, basándose principalmente en creencias, preferencias e intereses personales, expectativas, emociones y sentimientos…, que dan al traste una y otra vez con la visión objetiva, ponderada, serena, razonablemente justa, veraz y comprensiva, de las realidades que nos conciernen.
El sesgo de confirmación nos conduce interesada e inadvertidamente (de manera inconsciente) a seleccionar de forma preferente, aquella información que parece avalar, justificar, apoyar o reforzar nuestros puntos de vista, minimizando, rechazando, omitiendo o desconsiderando cualquier otra información que contradiga o ponga en tela de juicio nuestra posición, creencias u opiniones.
Además de dicho sesgo, entre los atajos cognitivos (heurísticos de razonamiento) que empleamos, el heurístico de accesibilidad consiste en juzgar la probabilidad de un suceso o la plausibilidad de un criterio en función de la facilidad con que los datos con él relacionados resulten susceptibles de recuperación en nuestra memoria. Factores como la familiaridad y el hábito, recencia o saliencia, las correlaciones ilusorias…, etc. La sola información presente recibida, o especulada, se considera mucho más probable que la información ausente. Y es que las personas adoptamos por defecto estrategias cognitivas tendentes a la confirmación de nuestras hipótesis y no a la falsación de las mismas, muchas veces en virtud de creencias obstinadamente defendidas contra toda evidencia.
Para Evans (1989), el sesgo de confirmación puede deberse a una tendencia propia del sistema cognitivo a procesar información positiva. Para este autor, la tendencia a la confirmación evidenciaría dificultades naturales en el procesamiento de información negativa.
En momentos de fractura y desencuentro social como los que estamos viviendo en España, sería conveniente sopesar exigirnos una mayor objetividad en nuestro modo de razonar, valorando con honestidad los ingredientes que sazonan nuestros razonamientos, procurando ser más críticos y precisos con las palabras que empleamos, ampliando en definitiva nuestro horizonte de consciencia en relación a los motivos últimos que nos posicionan y determinan.
El logos humano no debería conformarse con menos. Nos jugamos la propia dignidad del pensamiento y la libertad de ser veraces ante nosotros mismos, pues como recordó Antonio Escohotado hace unos días, precisamente en una de las grandes redes sociales, “la libertad es la esencia del espíritu”.
EL COMERCIO, página 37. Domingo, 5 de Noviembre de 2017