Complejos personales y semillas para el odio

Por Manuel J. Moreno

Psicólogo y Psicoterapeuta

“A veces los líderes realmente se creen que es cierto el veneno que vomitan. Así pues, intentan, y a veces consiguen, infectar a los demás con su propia patología mental. El odio, como cualquier otra infección, puede ser tan contagioso como cualquier agente patógeno provocado por bacterias o virus de tipo biológico. Tiene como efecto la extensión de un virus mental.”

Robert J. Sternberg

 

Si algo se ha visto remarcado en la actual crisis política española es el talante personal de nuestros políticos, es decir, sus señas de identidad personal. Ninguna idea o punto de vista es capaz de esconder o disimular los complejos del carácter y los sentimientos que animan la personalidad.

Podríamos detenernos en consideraciones de pintoresco perfil para un buen puñado de ellos, pero el espacio es limitado. Quisiera por ello enfocarme en el talante caracterológico de Pablo Iglesias, a quien en su momento (Noviembre de 2014) identifiqué como la cabeza visible y representativa de un auténtico fenómeno sociológico, especialmente incidente sobre la consolidada frustración y descontento social de muchos jóvenes. Pude atisbar y temer por entonces, que la esperanza de muchos de sus votantes podría verse defraudada por la rúbrica correctora de la realidad.

Un somero vistazo al ininterrumpido serial de opiniones, consignas y declaraciones de Pablo Iglesias en los medios de comunicación, especialmente sistemáticos en sus cuentas de Twitter, puede ser suficiente para comprobar el alto nivel de estereotipia partidista en que se basan sus intervenciones. En ellas además, siempre hay un lugar preferente para la animadversión personal, con señalada fijación obsesiva en las culpas universales de Mariano Rajoy, y las decepcionantes traiciones y esquinazos de Pedro Sánchez. Su acuñada y recurrente intención de “echar a Rajoy”, tiene a mi entender connotaciones no sólo antidemocráticas, si pensamos que este señor está en la presidencia del gobierno no por carecer precisamente del suficiente apoyo ciudadano (nos guste el hecho o no), sino que deja entrever una cierta compulsión a afirmarse personalmente arengando una y otra vez (sugestión hipnótica) contra sus contrincantes políticos y con ello, a una nada despreciable cantidad de sus conciudadanos.

Y es que esta no puede ser realmente la nueva forma de hacer política que prometió, sencillamente porque no tiene nada de nueva. Se trata de la vieja y caduca forma de gestar enfrentamiento social desde posiciones de resentimiento, negación de las virtudes y razones del otro, y odio. Algunas de sus reconocidas e indudables habilidades sociales han demostrado en la actual crisis socio-política española no estar ni mucho menos a la altura de la inteligencia y probidad que algunos le supusimos, desfigurando y manipulando abiertamente la significación de los acontecimientos mediante análisis y declaraciones falaces, inconsistentes, partidistas, irresponsables, torpes…, que denotan desorientación histórica y servilismo ideológico. Me pregunto qué tipología social de país podría germinar bajo la tutela e influencia de semejantes y acomplejadas subjetividades.